Cuando era chica , las calas eran flores de cementerio , decían las madres y las abuelas con desprecio.
Pero ellas hacían oído sordo y seguían ahí firmes muy firmes, muy orgullosas,.
Raras y exótica, únicas con un solo pétalo ondulante y envolvente
resguardandose inmenso pistilo amarillo , que tal vez madres y abuela lo relacionaban con lo fálico, razón por la cual la s condenaron a secarse en alguna jardinera lustrosa del Salvador o de La Piedad.
Pero a ellas no le interesaba la marginalidad de las hediondas zanjas, al contrario , las hacían mas fuertes.
Pero llego el progreso y con el progreso el pavimento, y el cemento invadió calles y veredas, y las zanjas pasaron a ser acnédotas del pasado, anécdota que estomáticamente se relaciona con ellas.
Algunas vecinas piadosas las cobijaron en sus jardines y es así que las suelo ver si me asomo a alguna vieja reja, y a mi se me hace que ya no son las mismas.......es como que perdieron algo de su orgullo, a pesar de que ahora suelen decorar mesas coquetas